Por L. Conde
Los que tengan más de 40 años, más, tienen que acordarse de cómo eran los “progres” de entonces, fáciles de identificar.
Ellos: pelo largo, bufanda, libro en mano (a veces el mismo durante meses), ciertos tics al hablar, a saber: “como muy” y “a nivel de”, invento de palabros como “conciencializar” en vez de concienciar; también estaba la pregunta de si “estabas concienciado políticamente”. A las chicas (a las resultonas) nos preguntaban “si nos sentíamos realizadas” o “si estábamos liberadas” (léase: si había esperanzas de follar). A las feas nunca, desde que el mundo es mundo, se les preguntó nada, no fuera a ser; por eso eran las más radicales.
Ellas: Pelo largo peinado a lo maldita sea, aspecto cuidadosamente desaliñado, vestidas a bocajarro, sin depilar, sin pintar, en fin… cierta coprolalia, fumar cogiendo el cigarrillo entre el pulgar y el índice a modo de albañil proletario, asiduas del cine de Arte y Ensayo (La Genou de Claire, de infausta memoria). En conjunto el paradigma de la antilujuria, pero estaba de moda la invisible “vida interior”, mientras que lo visible era el feismo. Buscaban novio como siempre se hizo y no sé porqué estaba y está mal visto, pero querían que las quisieran por “su interior” exclusivamente, lo que daba lugar a amargos desengaños porque la comida, el sexo y el amor siempre entraron por la vista. Pero somos hijos de nuestro tiempo más que de nuestros padres, las que se ponían minifalda y botas por encima de la rodilla y se pintaban uñas, ojos y labios, eran consideradas de baja estofa intelectual…. Pero arrasábamos entre los progres, creo que porque olíamos bien y no nos hacíamos bolas con las modas pasajeras mientras las progres nos juraban odio eterno, que entre mujeres es muy jodido porque se enrancia más según pasa el tiempo.
Y fue pasajero, porque todos cumplimos 30 años y luego 40 y luego…. Y, bueno, algunos se quedaron anclados en el tiempo y ahora choca un poco verlos porque están como desubicados, pero se reconvirtieron en esto que se llama “la izquierda” sin más, que antes era más variopinta y divertida: Comunistas, troskistas, maoístas, LCR (Liga comunista revolucionaria), MOCO (Movimiento comunista) El MOCO nunca duerme! Era su estupendo eslogan)… y después vinieron los nacionalismos que no sé porqué se identifican con la izquierda pero ahí están.
Pues esta izquierda de ahora es hija de su tiempo como lo fue la otra. Yo, la verdad, nunca pertenecí a ningún partido porque me gustaba Groucho Max “nunca pertenecería a un club que me admitiera como socio” y veía a los de la pandilla que habían caído en el vicio de la militancia y habían cambiado una liturgia por otra: adoctrinamiento, concienciación y proselitismo, aparte de manifiesta intolerancia hacia la secta más próxima (entre troskistas y maoístas, for instance). Entre la derecha estaban los Guerrilleros de Cristo Rey que lo tenían muy fácil porque eran, digamos, la parapolicía en las manifestaciones, y los falangistas; y a mí me inquietaba bastante su mirada clara lejos y su frente levantada y me escalofriaban sus rutas imperiales y sobre todo si iban caminando hacia Dios.
Y ahora tenemos esta izquierda que, por edad, no ha pasado una en su vida. Y la verdad, adolecen de la misma estulticia que antaño.
Recuerdo a Miguelito, ahora D. Miguel, que era antiyanqui porque iba en el pack de “vanguardia del proletariado” y aún no estaba de moda ser propalestino, no al menos como ahora. Entonces estaban las dictaduras chilena y argentina que eran en las que se fijaban. También había otras en América, África, en Asia…. Aquí mismo…. Pero la gente de esas otras dictaduras no usaba el poncho, que molaba mucho y Guantanamera aún no era Guantánamo.
Miguelito llevaba poncho sobre un pantalón vaquero Levis, fumaba winston, sólo bebía Coca-Cola, se moría por los western, lo que decía The Lancet (revista científica americana) era palabra de Dios…. Pero era antiyanqui. Un día le hice notar que para ir de acuerdo con su ideología debería cambiar de indumentaria y de gustos. No me retiró el saludo porque yo estaba muy buena entonces y siempre hubo prioridades.
Me lo encontré al cabo de muchos años. Era D. Miguel y no lo reconocí. Él a mí sí. Me dijo que había estado en Chicago especializándose en una disciplina muy innovadora, lo que le había reportado prestigio y fortuna. Ahora iba vestido como un yuppy y los restos de su larga melena la peinaba al estilo Anasagasti. Ya no era antiyanqui por aquello de que es de bien nacidos ser agradecidos (las 9.387 tumbas de soldados americanos en el cementerio de Colleville, playa de Omaha, Normandía, muertos por salvar la cara a Europa en la II Guerra Mundial no eran suficientes), pero…. Seguía siendo propalestino, lo que no sería preocupante en sí si no fuera porque lo de propalestino lleva unida como la hiedra la contrapartida de ser antiisraelí, que es igual que antisemita por más que lo disfracen, en fin un burdo disimulo para no decir a las claras que se es antijudío.
Te acuerdas de Hassan? Le pregunté sólo por joder. Sí, masculló entre dientes.
Hassan y Miguelito eran compañeros de facultad. Hassan le levantó la novia a Miguelito, una morenaza que ni estudiaba ni falta que le hacía y que cayó en la “trampa de lo exótico”. En Galicia era fácil ser exótico por la endogamia pertinaz, hasta uno de Zamora podía serlo, no digamos uno del “Oriente Medio”. Y Pilita se enamoró del amor. Y Miguelito dijo aquello tan gallego de “agarrádeme que o mato”. No lo agarramos y no lo mató.
Pilita se casó aquí por lo católico y “allá” se casaría por lo musulmán. Miguelito a cambio se "exilió" a Portugal para olvidar-la. Cuestión de presupuesto.
En dos años estaba de vuelta Pilita totalmente desengañada del “Oriente Medio”, que una cosa era Hassan “fuera” y otra Hassan “dentro” de los suyos, con la numerosa familia, vamos, que era otro, que ya no la llevaba al cine, ni al café ni a ningún sitio, que tampoco podía salir sola con lo lucida que era ella, que no le quedó más que ponerse a engordar y a platicar con las mujeres, y las mujeres hablaban de sus hijos, pero como ella no tenía la conversación carecía de interés con el agravante de tener que soportar las preguntas de porqué no “tenía aún”. Pues porque Hassan había dejado su fogosidad en España y como que la cristiana ya no le atraía mucho, aparte de era poco obediente y le ponía en evidencia pública. Alguna torta le cayó a la pobre.
Pilita volvió gorda y triste. Miguelito volvió de Portugal en cuanto tuvo noticia. La vio y en vez de dolerse de la suerte de su antigua amada, le armó una escandalera que hizo palidecer a las que le armaba Hassan allá en “Palestina”.
Diferentes formas de encajar las cosas de la vida.
Ella lo mandó a la mierda por segunda vez aunque por diferente motivo, y él hizo panda con el palestino contra la novia infiel, porque la culpa fue toda de ella como tiene que ser. Vale, Miguelito mezclaba la Coca-Cola con Whisky en proporción desigual, lo que le restaba rendimiento. amatorio. El palestino no bebía porque se lo prohibía su religión y era muy cumplidor en eso, en no beber, lo que redunda en lo otro y Pilita (y todas las mujeres), notamos mucho la diferencia.
Miguelito cayó en las garras del imperialismo y se fue a Chicago a hacerse un profesional de provecho. Allí le lavaron el cerebro, le dieron un título académico que abrió todas las puertas y le quitaron el virus de lo antiyanqui, pero a ver cómo se le quita lo de propalestino, sinómino curioso de antijudío, aunque en su caso es por despecho amoroso gestionado muy confusamente.
Shalom.
Ellos: pelo largo, bufanda, libro en mano (a veces el mismo durante meses), ciertos tics al hablar, a saber: “como muy” y “a nivel de”, invento de palabros como “conciencializar” en vez de concienciar; también estaba la pregunta de si “estabas concienciado políticamente”. A las chicas (a las resultonas) nos preguntaban “si nos sentíamos realizadas” o “si estábamos liberadas” (léase: si había esperanzas de follar). A las feas nunca, desde que el mundo es mundo, se les preguntó nada, no fuera a ser; por eso eran las más radicales.
Ellas: Pelo largo peinado a lo maldita sea, aspecto cuidadosamente desaliñado, vestidas a bocajarro, sin depilar, sin pintar, en fin… cierta coprolalia, fumar cogiendo el cigarrillo entre el pulgar y el índice a modo de albañil proletario, asiduas del cine de Arte y Ensayo (La Genou de Claire, de infausta memoria). En conjunto el paradigma de la antilujuria, pero estaba de moda la invisible “vida interior”, mientras que lo visible era el feismo. Buscaban novio como siempre se hizo y no sé porqué estaba y está mal visto, pero querían que las quisieran por “su interior” exclusivamente, lo que daba lugar a amargos desengaños porque la comida, el sexo y el amor siempre entraron por la vista. Pero somos hijos de nuestro tiempo más que de nuestros padres, las que se ponían minifalda y botas por encima de la rodilla y se pintaban uñas, ojos y labios, eran consideradas de baja estofa intelectual…. Pero arrasábamos entre los progres, creo que porque olíamos bien y no nos hacíamos bolas con las modas pasajeras mientras las progres nos juraban odio eterno, que entre mujeres es muy jodido porque se enrancia más según pasa el tiempo.
Y fue pasajero, porque todos cumplimos 30 años y luego 40 y luego…. Y, bueno, algunos se quedaron anclados en el tiempo y ahora choca un poco verlos porque están como desubicados, pero se reconvirtieron en esto que se llama “la izquierda” sin más, que antes era más variopinta y divertida: Comunistas, troskistas, maoístas, LCR (Liga comunista revolucionaria), MOCO (Movimiento comunista) El MOCO nunca duerme! Era su estupendo eslogan)… y después vinieron los nacionalismos que no sé porqué se identifican con la izquierda pero ahí están.
Pues esta izquierda de ahora es hija de su tiempo como lo fue la otra. Yo, la verdad, nunca pertenecí a ningún partido porque me gustaba Groucho Max “nunca pertenecería a un club que me admitiera como socio” y veía a los de la pandilla que habían caído en el vicio de la militancia y habían cambiado una liturgia por otra: adoctrinamiento, concienciación y proselitismo, aparte de manifiesta intolerancia hacia la secta más próxima (entre troskistas y maoístas, for instance). Entre la derecha estaban los Guerrilleros de Cristo Rey que lo tenían muy fácil porque eran, digamos, la parapolicía en las manifestaciones, y los falangistas; y a mí me inquietaba bastante su mirada clara lejos y su frente levantada y me escalofriaban sus rutas imperiales y sobre todo si iban caminando hacia Dios.
Y ahora tenemos esta izquierda que, por edad, no ha pasado una en su vida. Y la verdad, adolecen de la misma estulticia que antaño.
Recuerdo a Miguelito, ahora D. Miguel, que era antiyanqui porque iba en el pack de “vanguardia del proletariado” y aún no estaba de moda ser propalestino, no al menos como ahora. Entonces estaban las dictaduras chilena y argentina que eran en las que se fijaban. También había otras en América, África, en Asia…. Aquí mismo…. Pero la gente de esas otras dictaduras no usaba el poncho, que molaba mucho y Guantanamera aún no era Guantánamo.
Miguelito llevaba poncho sobre un pantalón vaquero Levis, fumaba winston, sólo bebía Coca-Cola, se moría por los western, lo que decía The Lancet (revista científica americana) era palabra de Dios…. Pero era antiyanqui. Un día le hice notar que para ir de acuerdo con su ideología debería cambiar de indumentaria y de gustos. No me retiró el saludo porque yo estaba muy buena entonces y siempre hubo prioridades.
Me lo encontré al cabo de muchos años. Era D. Miguel y no lo reconocí. Él a mí sí. Me dijo que había estado en Chicago especializándose en una disciplina muy innovadora, lo que le había reportado prestigio y fortuna. Ahora iba vestido como un yuppy y los restos de su larga melena la peinaba al estilo Anasagasti. Ya no era antiyanqui por aquello de que es de bien nacidos ser agradecidos (las 9.387 tumbas de soldados americanos en el cementerio de Colleville, playa de Omaha, Normandía, muertos por salvar la cara a Europa en la II Guerra Mundial no eran suficientes), pero…. Seguía siendo propalestino, lo que no sería preocupante en sí si no fuera porque lo de propalestino lleva unida como la hiedra la contrapartida de ser antiisraelí, que es igual que antisemita por más que lo disfracen, en fin un burdo disimulo para no decir a las claras que se es antijudío.
Te acuerdas de Hassan? Le pregunté sólo por joder. Sí, masculló entre dientes.
Hassan y Miguelito eran compañeros de facultad. Hassan le levantó la novia a Miguelito, una morenaza que ni estudiaba ni falta que le hacía y que cayó en la “trampa de lo exótico”. En Galicia era fácil ser exótico por la endogamia pertinaz, hasta uno de Zamora podía serlo, no digamos uno del “Oriente Medio”. Y Pilita se enamoró del amor. Y Miguelito dijo aquello tan gallego de “agarrádeme que o mato”. No lo agarramos y no lo mató.
Pilita se casó aquí por lo católico y “allá” se casaría por lo musulmán. Miguelito a cambio se "exilió" a Portugal para olvidar-la. Cuestión de presupuesto.
En dos años estaba de vuelta Pilita totalmente desengañada del “Oriente Medio”, que una cosa era Hassan “fuera” y otra Hassan “dentro” de los suyos, con la numerosa familia, vamos, que era otro, que ya no la llevaba al cine, ni al café ni a ningún sitio, que tampoco podía salir sola con lo lucida que era ella, que no le quedó más que ponerse a engordar y a platicar con las mujeres, y las mujeres hablaban de sus hijos, pero como ella no tenía la conversación carecía de interés con el agravante de tener que soportar las preguntas de porqué no “tenía aún”. Pues porque Hassan había dejado su fogosidad en España y como que la cristiana ya no le atraía mucho, aparte de era poco obediente y le ponía en evidencia pública. Alguna torta le cayó a la pobre.
Pilita volvió gorda y triste. Miguelito volvió de Portugal en cuanto tuvo noticia. La vio y en vez de dolerse de la suerte de su antigua amada, le armó una escandalera que hizo palidecer a las que le armaba Hassan allá en “Palestina”.
Diferentes formas de encajar las cosas de la vida.
Ella lo mandó a la mierda por segunda vez aunque por diferente motivo, y él hizo panda con el palestino contra la novia infiel, porque la culpa fue toda de ella como tiene que ser. Vale, Miguelito mezclaba la Coca-Cola con Whisky en proporción desigual, lo que le restaba rendimiento. amatorio. El palestino no bebía porque se lo prohibía su religión y era muy cumplidor en eso, en no beber, lo que redunda en lo otro y Pilita (y todas las mujeres), notamos mucho la diferencia.
Miguelito cayó en las garras del imperialismo y se fue a Chicago a hacerse un profesional de provecho. Allí le lavaron el cerebro, le dieron un título académico que abrió todas las puertas y le quitaron el virus de lo antiyanqui, pero a ver cómo se le quita lo de propalestino, sinómino curioso de antijudío, aunque en su caso es por despecho amoroso gestionado muy confusamente.
Shalom.
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