Correspondiente al Shabat 21 Tevet 5769 - 17 Enero 2009
Por L. Conde
Los del otro lado del río
Siempre es así. Parece que Moisés también es un hombre errante, se sabe desubicado. Huye por defender a un hebreo frente a un egipcio. Cuando se interpone en una disputa entre dos hebreos éstos le dicen que no se meta donde nadie le llama. Luego Dios le recluta para precisamente guiar a esos hebreos. Tiene sus dudas, él no es como Abraham que obedecía sin más. Pero no tiene alternativa, Dios insiste como si fuera Dios el que anda buscando al Hombre y no al revés, como si Dios estuviera huérfano de los hombres. Eso es un pacto. Quiero ser tu Dios. Quiero que Tú seas mi Dios. Y Moisés y Dios hicieron en Horev una especie de precontrato. Veamos como va. Y si tanto tú como Yo hacemos los suficientes méritos te entregaré la Torah en este mismo lugar. Confío en ti. Confía en Mí. Pero con la confianza no basta, Moisés, aunque eso ya lo sabes; hace falta mucho más, esfuerzo, tesón, astucia, estrategia, solventar disputas internas, convencer a propios y ajenos, y cuando todo parece perdido a pesar de todo tu afán, esperar que Él cumpla su parte del contrato.
Y lo cumplió. Y el pacto dura hasta hoy. Y durará siempre mientras exista un judío sobre la tierra, sea observante de la Ley en mayor o menor medida. Sabrá que es un Ivrit, uno del otro lado del río, de la otra orilla, eso le dará distancia de la cultura en la que vive inmerso, será el diferente porque busca la trascendencia. No es culpable de ello sino responsable. Responsable de conservar su identidad y transmitirla a sus descendientes. Por eso, aunque viva en la otra orilla sigue siendo del otro lado del río. Hace falta distancia para alumbrar. Los faros están solos, lejos. Orientan a los barcos en la noche o en la niebla. Me parece una hermosa encomienda: ser luz de faro. El precio de la soledad y la diferencia bien lo vale.
Shalom.
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