Esta narración se ha ido transmitiendo oralmente de padres a hijos durante siglos y ha visto la luz gracias a la pluma del DR. LEÓN COHEN BELLO, un descendiente de los judíos que vivieron en Sefarad.
Hoy es el día 16 de la nueva luna de marzo. El pastor del alba está alto todavía y los ruidos de la noche aún son susurros que explotarán al amanecer. Yo, Don JOSÉ MANUEL DE LA SANTA TRINIDAD ROJAS Y MEJÍA, contemplo la noche que está pariendo el día de la Pascua Hebrea.
Mi nombre no es una casualidad, ya que arrastro los que fueron impuestos a los cristianos nuevos, más ROJAS que es una inversión de SAJOR (negro en hebreo) y MEJÍA que es una derivación de MESÍAS; pero esto es algo muy oculto y muy privado, caso contrario la desgracia caería sobre mí y sobre mi amada familia.
Pertenezco a los llamados MARRANOS por la santa iglesia y debo hacer todo lo posible para demostrar mi devoción cristiana. De hecho, mi hermano, FRAY PEDRO APÓSTOL ROJAS Y MEJÍA es sacristán y quién más se ha sacrificado, ya que no sólo debe vivir una vida de hipocresía y negación de fe, sino que se ha condenado a ser el tronco sin gajos ni simiente para “honor” de su iglesia.
Hoy deberé acudir a misa con los míos y veré a mi hermano cuando coloque la hostia en nuestras bocas, sabiendo que lo hacemos empujados por las circunstancias ya que en ello nos va la vida. Luego Pedro vendrá en lomo de burro hasta la finca y juntos, en la rivera del río, golpearemos las aguas con varas de sauce, recordando a nuestro patriarca Moisés en el desierto. No sé bien porqué hago esto pero hay algo muy profundo en mí que me lleva a hacerlo. Quizá fuera el respeto a mis mayores. Pero no. Es algo que surge por mí más que por ellos. Por amor más que por compromiso.
Tengo una finca donde hago salado y curtido de cueros. Como es mucho personal el que requiero soy habitual en los remates de esclavos. Allí mi servidor, el mulato Lucas, de quién nadie podría sospechar origen marrano (de hecho no lo tiene), se acerca a revisar a los pobres desdichados y cuando simula inspeccionar boca y oídos les dice en voz muy baja “Shemá Israel”, a lo que muchos responden atónitos y embargados por la emoción. Estos son esclavos que compro para mi hacienda y en especial los traídos de Portugal y Brasil responden a la contraseña. Hoy, noche de Pascua, todos esos “esclavos” que trabajan conmigo saben que serán liberados de compromiso alguno, pues después de relatar nuestra esclavitud en Egipto diremos: Ahora somos libres!. Aunque sé que no lo somos aún.
También “compro” grupos que los piratas venden sin pasar por mercado alguno y estos son los sospechosos de judaizantes que eran llevados frente al tribunal de la santa inquisición de España y los corsarios capturan en altamar. Para poder afrontar estas “compras” me ayudan miembros de la familia Cohen (sacerdote en hebreo) y de la familia Viel (inversión de las letras LEVI) quienes están en igual condición que yo.
Durante la semana quemamos mucha harina en los hornos para que nadie sospeche que no comemos pan. Mi esposa “deslizó” entre tantas horneadas unas pocas tablas de “pan flaco” que retiró sin ser vista y guardó celosamente en el sótano de la casa a fin de tener matzah (pan ácimo) para la noche.
Yo me ocupo personalmente de la “carneada” de corderos para lo cual elijo animales sin defecto alguno, tomos cuchillos sin mella y después de despostar pongo la carne en agua y en sal sin olvidar, como “por descuido”, salpicar los cuchillos sangrantes sobre las jambas de las puertas como hacían mis antepasados. Quisiera acompañar esto con las bendiciones apropiadas pero nunca las supe. Espero mis ruegos igual sean oídos.
Ya se acerca la hora de la cena. Pedro busca en el doble fondo de la capilla un libro muy antiguo que yo no sé leer pero mi hermano sí y a su vez enseñó a mi hijo a hacerlo. Yo mando a Lucas al aljibe y, con el pretexto de echar cal, baja con la hamaca hasta la segunda calzadura donde hay oculta una copa labrada, un chal de oración y pequeños solideos con la estrella de David. También un pedazo de pergamino que hallé en un viejo arcón familiar y, como creo está escrito en hebreo, lo oculté hasta que me lo tradujeron.
Bajo al sótano. El olor fuerte de los cueros y del “charqui” me impregna la nariz, y la tabla de salar está cubierta por un mantel de lino blanco, la copa refulgente llena de vino y el pan de la pobreza frente a la silla de la cabecera.
Todos tenemos miedos y angustias. Mi hermano Pedro está transformado, le brillan los ojos que está llorando. Mi hijo mayor con un solideo rojo me mira con amor y temor. Ay, hijo, si pudiera protegerte del riesgo al que te expongo. Pero sé que no puedo, con lo cual me asalta la culpa. Esta se desvanece al oír palabras que no entiendo, pero que despierta en mí recuerdos de experiencias que no viví.
Mi hijo se levanta y canta unas pocas frases en lengua extraña para mí y para mis invitados. Sin embargo, al oírlas, todos rompemos a llorar. Mi hermano, hoy sin crucifijo, parece liberado de un yugo opresor, se levanta, me cubre con el viejo chal a franjas que ignoro a quién perteneció, pero al envolverme en él siento una calidez extraña en todo mi ser. D’os Todopoderoso, porqué no podemos sentir esto siempre? Porqué debemos mentir diariamente sobre nuesta fe? Cuántos de nosotros seguiremos tu camino y cuántos de nosotros se alejarán para siempre de Tu senda? Ojalá pudiera ver el futuro poblado de hermanos que se manifiestan libremente como hebreos.
Nos invade el silencio. Todos lloramos en esta fiesta que debería ser de alegría por la libertad lograda. Pido a mi hermano, el sacristán, que me traduzca el viejo pergamino. Lo despliega y con dificultad lee las letras que el tiempo borra. Pero su contenido resalta y lee en voz alta:
Quiera D’os que en un futuro no muy lejano mis hijos y los hijos de ellos puedan vivir una pascua en libertad tan sentida como ésta, NUESTRA PASCUA MARRANA.
JAG PESAJ SAMEAJ.
Hoy es el día 16 de la nueva luna de marzo. El pastor del alba está alto todavía y los ruidos de la noche aún son susurros que explotarán al amanecer. Yo, Don JOSÉ MANUEL DE LA SANTA TRINIDAD ROJAS Y MEJÍA, contemplo la noche que está pariendo el día de la Pascua Hebrea.
Mi nombre no es una casualidad, ya que arrastro los que fueron impuestos a los cristianos nuevos, más ROJAS que es una inversión de SAJOR (negro en hebreo) y MEJÍA que es una derivación de MESÍAS; pero esto es algo muy oculto y muy privado, caso contrario la desgracia caería sobre mí y sobre mi amada familia.
Pertenezco a los llamados MARRANOS por la santa iglesia y debo hacer todo lo posible para demostrar mi devoción cristiana. De hecho, mi hermano, FRAY PEDRO APÓSTOL ROJAS Y MEJÍA es sacristán y quién más se ha sacrificado, ya que no sólo debe vivir una vida de hipocresía y negación de fe, sino que se ha condenado a ser el tronco sin gajos ni simiente para “honor” de su iglesia.
Hoy deberé acudir a misa con los míos y veré a mi hermano cuando coloque la hostia en nuestras bocas, sabiendo que lo hacemos empujados por las circunstancias ya que en ello nos va la vida. Luego Pedro vendrá en lomo de burro hasta la finca y juntos, en la rivera del río, golpearemos las aguas con varas de sauce, recordando a nuestro patriarca Moisés en el desierto. No sé bien porqué hago esto pero hay algo muy profundo en mí que me lleva a hacerlo. Quizá fuera el respeto a mis mayores. Pero no. Es algo que surge por mí más que por ellos. Por amor más que por compromiso.
Tengo una finca donde hago salado y curtido de cueros. Como es mucho personal el que requiero soy habitual en los remates de esclavos. Allí mi servidor, el mulato Lucas, de quién nadie podría sospechar origen marrano (de hecho no lo tiene), se acerca a revisar a los pobres desdichados y cuando simula inspeccionar boca y oídos les dice en voz muy baja “Shemá Israel”, a lo que muchos responden atónitos y embargados por la emoción. Estos son esclavos que compro para mi hacienda y en especial los traídos de Portugal y Brasil responden a la contraseña. Hoy, noche de Pascua, todos esos “esclavos” que trabajan conmigo saben que serán liberados de compromiso alguno, pues después de relatar nuestra esclavitud en Egipto diremos: Ahora somos libres!. Aunque sé que no lo somos aún.
También “compro” grupos que los piratas venden sin pasar por mercado alguno y estos son los sospechosos de judaizantes que eran llevados frente al tribunal de la santa inquisición de España y los corsarios capturan en altamar. Para poder afrontar estas “compras” me ayudan miembros de la familia Cohen (sacerdote en hebreo) y de la familia Viel (inversión de las letras LEVI) quienes están en igual condición que yo.
Durante la semana quemamos mucha harina en los hornos para que nadie sospeche que no comemos pan. Mi esposa “deslizó” entre tantas horneadas unas pocas tablas de “pan flaco” que retiró sin ser vista y guardó celosamente en el sótano de la casa a fin de tener matzah (pan ácimo) para la noche.
Yo me ocupo personalmente de la “carneada” de corderos para lo cual elijo animales sin defecto alguno, tomos cuchillos sin mella y después de despostar pongo la carne en agua y en sal sin olvidar, como “por descuido”, salpicar los cuchillos sangrantes sobre las jambas de las puertas como hacían mis antepasados. Quisiera acompañar esto con las bendiciones apropiadas pero nunca las supe. Espero mis ruegos igual sean oídos.
Ya se acerca la hora de la cena. Pedro busca en el doble fondo de la capilla un libro muy antiguo que yo no sé leer pero mi hermano sí y a su vez enseñó a mi hijo a hacerlo. Yo mando a Lucas al aljibe y, con el pretexto de echar cal, baja con la hamaca hasta la segunda calzadura donde hay oculta una copa labrada, un chal de oración y pequeños solideos con la estrella de David. También un pedazo de pergamino que hallé en un viejo arcón familiar y, como creo está escrito en hebreo, lo oculté hasta que me lo tradujeron.
Bajo al sótano. El olor fuerte de los cueros y del “charqui” me impregna la nariz, y la tabla de salar está cubierta por un mantel de lino blanco, la copa refulgente llena de vino y el pan de la pobreza frente a la silla de la cabecera.
Todos tenemos miedos y angustias. Mi hermano Pedro está transformado, le brillan los ojos que está llorando. Mi hijo mayor con un solideo rojo me mira con amor y temor. Ay, hijo, si pudiera protegerte del riesgo al que te expongo. Pero sé que no puedo, con lo cual me asalta la culpa. Esta se desvanece al oír palabras que no entiendo, pero que despierta en mí recuerdos de experiencias que no viví.
Mi hijo se levanta y canta unas pocas frases en lengua extraña para mí y para mis invitados. Sin embargo, al oírlas, todos rompemos a llorar. Mi hermano, hoy sin crucifijo, parece liberado de un yugo opresor, se levanta, me cubre con el viejo chal a franjas que ignoro a quién perteneció, pero al envolverme en él siento una calidez extraña en todo mi ser. D’os Todopoderoso, porqué no podemos sentir esto siempre? Porqué debemos mentir diariamente sobre nuesta fe? Cuántos de nosotros seguiremos tu camino y cuántos de nosotros se alejarán para siempre de Tu senda? Ojalá pudiera ver el futuro poblado de hermanos que se manifiestan libremente como hebreos.
Nos invade el silencio. Todos lloramos en esta fiesta que debería ser de alegría por la libertad lograda. Pido a mi hermano, el sacristán, que me traduzca el viejo pergamino. Lo despliega y con dificultad lee las letras que el tiempo borra. Pero su contenido resalta y lee en voz alta:
Avadim ahinu ve atá bnei jorim, baruj atá Adonai, sheejeianu ve kimanu ve higuianu la zman hazeh.
Esclavos fuimos y ahora somos libres. Bendito Seas que nos permitiste vivir para llegar y acercarnos a este momento.
Quiera D’os que en un futuro no muy lejano mis hijos y los hijos de ellos puedan vivir una pascua en libertad tan sentida como ésta, NUESTRA PASCUA MARRANA.
JAG PESAJ SAMEAJ.
3 comentarios:
Hay un error en el escrito, que quizas demuestra el origen verdadero de este escrito, que es reciente, en la epoca en la cual se relata, no existian copas con el maguen, por otro lado si es demostrativo de la situación real que se vivio en aquellos años, de vivir a "escondidas".
No es reciente. Es muy antiguo, el problema es que tiene algún adorno como ese.
Es del siglo XVII y a mí me le explicaron en casa siendo pequeño mis abuelitos Cohen.
Me dijeron que era de ese tiempo y que los Rojas, Levi y Cohen eran descendientes de los Cohanim.
No le entendía por entonses, ahora sí, porque me hise las pruebas de ADN y me salió el gen. Qué cosas tiene la Vida.
Shalom
L. Cohen
Shalom L. Cohen,
Mira esta lista de Rojas condenados por judaísmo en el Auto de Fe de Granada, con cárceles, sanbenitos, vejaciones... Me dan ganas de llorar al leerlo.
http://www.tarbutsefarad.com/index.php?option=com_content&task=view&id=2136&Itemid=3289
Esperemos que sirva para recapacitar a estos españoles tan antisemitas.
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