jueves, 20 de noviembre de 2008

MONJAS, DOMUND Y WANDA

Por L. Conde

Esta noticia que he visto en el blog ATEOLOGÍA, me suena de algo.

http://ateosis.blogspot.com/2008/11/propaganda-racista-en-la-iglesia-polaca.html

"Una iglesia católica en Poznań, la quinta ciudad más grande de Polonia, generó mucho ruido en línea cuando los medios publicaron artículos acerca de un volante religioso impreso por el semanario católico Mały Gość Niedzielny, que fue distribuido a los niños. En la portada del volante, hay una cita: “Una lámpara sin aceite es oscura, un humano sin oración también.” Encima hay un dibujo de un niño negro, que dice: “Qué lástima que la oración no aclare la piel”. Visto en Global Voices, 17.11.08."



Pues a mí esto me suena. Trasladado a la Galicia de los años 60. Y esta historia tan felliniana no me resisto a contarla. Vaya por delante que en todas las religiones hay anécdotas “curiosas”, la importancia que se les dé ya depende de cómo gestione cada uno su vida.


El Domund particular de Wanda, la única negra.


Vámonos a la Galicia de los años 60. Colegio de monjas católicas.Comienzan a llegar los primeros estudiantes universitarios procedentes de Puerto Rico, de Cuba… los primeros extranjeros en una región habituada a emigrar al extranjero, pero no a que el extranjero venga a ella. Y llegó el primer matrimonio negro con una hija, negra también. Eran puertorriqueños y el esposo estudiaba medicina. Buscaron el mejor colegio para su nena que tenía 9 años y muy bien aconsejados la metieron en uno de los colegios de monjas más prestigiosos de la ciudad.


La llegada de la niña coincidió con el mes del DOMUND, que para los que no lo sepan era el mes en que se recolectaban limosnas para las misiones por medio de estas cabezas-huchas que tenían una ranura en la parte de arriba para meter las monedas. Lo recaudado era para que los pobres negros, chinos, indios y malayos pudieran ser bautizados y así ir al cielo. Había peleas por la cabeza negra porque era la que más recaudaba. A la que le tocaba la cabeza de indio tenía que aguantar la cuchufleta de toda la clase, ya se sabía que "el mejor indio es el indio muerto". Las películas del Oeste y John Wayne hicieron una gran labor en ese sentido.



Huchas para el Domund


En el colegio había unas 500 niñas, más unas 30 monjas, todas blancas. La llegada de Wanda (en adelante Guanesca, como la renombraron las monjas) fue todo un acontecimiento. Aparte de negra, llevaba unas gafas de pasta en forma de mariposa en colores pastel con una especie de purpurina plateada a la moda del Caribe, y unos cinco o seis lazos de raso de color rojo que sujetaban otras tantas trenzas de su pelo crespo. Una aparición.


Se inició una competición auspiciada por las monjas para ejercer la caridad con la nenita. En un mes engordó tanto que ya le reventaban las costuras del uniforme negro con cuello blanco almidonado que producía esas rozaduras a partir de mayo a causa de la reacción química entre el sudor y el almidón. El engorde de Guanesca era producto de la caridad cristiana que consistía y donar la merienda de las blancas a la negra. Así se zampaba la criatura unas tres o cuatro meriendas cada tarde. Las blancas quedaban contentas porque hacían méritos para el cielo y la negra también porque le gustaban los bocadillos de tabletas de chocolate (aún no había Nocilla).Todos contentos, aunque supongo que sus padres comenzarían a sospechar algo.


Las monjas aquellas eran mujeres poco dadas a la satisfacción. No parecían felices. Qué digo, eran unas auténticas amargadas y no soportaban la felicidad ajena. Aquellas risas blanquísimas y vitales de Guanesca, aquellos saltos de gacela con que nos deleitaba en sus primeros recreos sin importarle enseñar las bragas, aquello era demasiado para ellas. Guanesca fue languideciendo a medida que se iba cebando. Hasta que llegó el día del sacrificio.

Fue la traca final de fin de curso. Días antes la Madre Superiora reunió a todo el alumnado que podía caber en el Aula Magna con uniforme de gala, que era como el de diario pero con el añadido de unos guantes blancos y un velo largo hasta las rodillas. La Madre Superiora era pequeñita, casi como la monja de Amacord de Fellini y tenía la voz meliflua y una sospechosa pelusilla mentoniana.


Sube a la tarima con dificultad por lo alto de los escalones y la cortedad de sus piernas, acompañada por el séquito de monjas principales y Guanesca. Sí. Allá arriba estaba la nena, de pie, en medio del poder colegial que ya se había arrellanado en sus asientos como gallinas ponedoras. Se la veía tranquila. Y gorda. Silencio reverencial y comienza a sonar la inconfundible voz de la Madre Superiora:

“Hijas mías (aquí una pausa larga para dar emoción al comunicado). Hincaros de rodillas y dar gracias a Dios por no ser negras como esta niña”.

Todas se hincaron.


No se sabe lo que contaría Guanesca al llegar a su casa pero jamás regresó al colegio.


Esta historia no está basada en hechos reales. Es real. Yo estuve allí.


Shalom.

1 comentario:

J. dijo...

Impresionate! Non me quero nin imaxinar a cara que lle quedou á rapaza. E a monxa... qué ruín!

Hai unha novela de Faulkner na que un pobre diaño do sur dos EUA reza "Oh, grazas Deus, por non facerme muller nin negro nin can". Estas infelices tamén tiñan que reducir aos demáis para sentirse algo menos miserables. Unha historia para divulgar e que non se repita.