A raiz de un Comunicado Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (UCM).
Jaime Naifleisch
Desde una perspectiva antropológica estos muchachos emergentes --puñados-- que vemos en las ciudades occidentales, en las universidades, juegan hoy el rol que un par de generaciones atrás, después de la Gran Guerra, jugaron los que muy pronto iban a ser conducidos al matadero --como matadores casi siempre, a veces como bajas-- encuadrados en formaciones paramilitares, con o sin bendición apostólica, bajo banderas rojas, o negras, o rojinegras confusionistas, de las izquierdas reaccionarias y las derechas de toda la vida. Entonces estalló la Segunda Guerra.
Después tocó el turno a una cierta pax y la reconstrucción, luego el consumismo, la fantasía de la individuación... y la angustia de no saber qué pasa (con la economía, el ecosistema, la universidad, el empleo, la salud, la pareja, la sexualidad, la energía, el clima, el dinero...) junto a la certeza de que tendrán menos poder adquisitivo que sus padres. Educados en la convicción de que merecen, de que cuando consiguen algo se lo han ganado, y cuando algo sale mal hay que ir en busca de un chivo expiatorio. Por otra parte, el mejor amigo del Hombre.
Ahora están siendo movilizados otra vez los predispuestos (condiciones ambientales, genéticas, familiares, etarias) por quienes apuestan a una nueva etapa de violencia, en la que la judeofobia es lema de muy probada eficacia. No hace falta ser conspiranoico para verlo: sucede simultáneamente hasta en sociedades de larga calma, sin precedentes de este tipo, como Costa Rica. Sucede en las Rusias donde fueron contenidos y ya no lo son, sucede en las Islas Británicas hasta ahora bastión de la moderación democrática, en los habituales espacios romano-germánicos, en sociedades depredadas como la argentina, la venezolana... La falta de sentido es una bomba de relojería que siempre acaba estallando. Y no es precisamente una vida en busca de sentido la que estamos viviendo.
El palestinismo fue excipiente enarbolado para ocultar la judeofobia, desde los 70 cuando se inicia el cambio de paradigma, la ruptura epistemológica, a caballo del gran Golpe financiero a escala global ("crisis del petróleo") que facilitó el asalto a los Estados, la renovada expansión islámica. Mientras comenzaba el declive inexorable de la URSS/Comecón, se convertía China, fracasaban estrepitosamente las descolonizaciones africanas, aparecía el terrorismo islámico a escala internacional y no sólo en Israel, se anunciaba la fragmentación de las sociedades nacionales y el resentimiento etnicista, quedaba claro el abandono del Concilio Vaticano II, explosionaba el tsunami neoliberal que arrasó con la obligaciones estatales (desregulación) y descuartizó la riqueza de las naciones, se masificaron los miedos pseudocientíficos ante los alimentos, las medicinas, los avances científicos en lugar de la crítica que los corrigiera... Aunque el antisemitismo seguía siendo boutade de tarados tipo negacionistas, y vergüenza que pronto sería rencor entre los actores de la reciente agresión de lesa humanidad que fue el genocidio y, en general, la carnicería bélica.
Pero ya estamos entrando en el permiso para la judeofobia sin tapujos. El líder de Izquierda Unida española lo dejó claro "de esos ya se ha hablado demasiado", refiriéndose a las víctimas de la Shoá. El papa acaba de decir en Israel que le disgusta el muro, sin hacer mención a los motivos del muro, y la caída en la cifra de asesinados por descerebrados suicidas que supone. Como si el muro fuese un capricho, una maldad, parte del proyecto por el que existe esa sociedad, por otra parte rota en mil contradicciones, como todas.
Y las masas de inmigrantes mahometanos, novedad en esta edición, que ni llegaron a sufrir el fastidio de tener que mostrar vergüenza ante la acusación de antisemitas, porque la historia oficial había escondido el aporte del islam en el genocidio (la alianza estratégica entre el fascio, la svástica y la media luna), se encuentran a sus anchas. En las calles de Londres, nada menos, exhiben carteles que prometen genocidio, aúllan consignas del tipo Alá en el cielo y Hitler en la tierra, como hacían en los años treinta en el Mandato palestino, en Bosnia-Herzegóvina, y otros espacios musulmanes.
El juego del diablo que, como en los años de entreguerras, lleva a los caudillos occidentales, ahora ya directamente empresarios, a las jaimas de los caudillos mahometanos, con ruegos y promesas (enfrentando entre sí a ingleses, franceses, alemanes, americanos, rusos, afro-iberoamericanos), está dando, no al Islam, que como tal es un amorfo, pero sí a los islámicos, cada día un territorio nuevo (Albania en 1976, casi toda Yugoslavia desde el 90, barrios enteros en ciudades occidentales...), una nueva empresa occidental, un saco de monedas (sólo Saudia y sólo en 2008 recibió 150.000 millones de dólares), un cambio de leyes a su favor (en El Reino Unido no se puede mencionar la Shoá en las escuelas para no ofender a los islámicos).
Lo curioso es ver a nuestros muchachos, esos hiperhormonados, llenos de rencor, de miedo, de resentimiento, de ignorancia, siempre tan útiles... sea para matarse por comprar una marca de zapatillas, o para chillar por un equipo de fútbol, o para salir a amenazar, a matar cuando les den orden tras un lema más o menos político, despreciando hasta tal punto lo que tienen y lo que pueden tener, el mundo de sus mayores, en aras de un proyecto tan bárbaro, tan ajeno, tan explícitamente enemigo, antagónico, como el de los hamás, los ayatolas, hezbalá, o como se llame la patulea que se va sucediendo en la vanguardia (ya han pasado los gadafi, los el-hassad, los abú nidal, los arafat, los sadam...).
Sí, así de mal lo hemos hecho. Estos chicos no salen como salíamos, detrás de cristo rey, de la hoz y el martillo, de la acracia, o semejantes, reclamando cambios en la sociedad. Salen a reclamar que cambie la sociedad, que se islamice, que sea otra, irreconocible, en la que --saben-- no podrán vivir. ¿Cuántos supervivientes del Tudeh, partido comunista persa, hay hoy en Irán? ¿Cuánto se puede chatear o navegar hoy en Siria? ¿Es sencillo acceder a una universidad en Marruecos? (no digo una madrasa, sino una Universidad, por percudidas que ellas estén hoy entre nosotros). ¿Pueden conducir las chicas en Saudia? ¿Y los permisos para follar en los territorios palestinos? ¿Y el derecho a la opción homosexual? ¿o esperan que cuando los persigan, como en Gaza-Cisjordania, podrán refugiarse en Israel? ¿Están preparados para rezar cinco veces al día, en cuatro, y sin haber probado el jamón? ¿Y cuando esto, Europa, ya haya sido liberado, como el Magreb, dónde emigrarán? ¿Irán en patera a los EEUU? En Australia ya les han dicho "los que prefieran la sharia a la ley australiana, que se marchen", pero Australia es una excepción.
Hemos visto el 30 de abril en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología que se niegan a discutirlo, a enterarse, a articular un discurso... Se niegan, porque lo que no quiero que sea... no es. ¿Qué han aprendido?
Los imagino locos de vértigo ante el abismo que se abre a sus pies cuando acuden a reventar un acto académico en la Facultad, a apalear a unos judíos en su sinagoga, a manifestarse tras banderas verdes con el creciente junto a otras rojas con la hoz, como en Barcelona o La Plata, o con rojas y svásticas como en Moscú, a la manera de las juventudes hitlerianas, los feroces freakies de las SA de Röhm, los Guardia de Hierro rumanos, los camisas negras o pardas de Italia o España... incluso los descontrolados de las FAI, y similares en muchas ciudades de Occidente, en muchas aunque menos que en las actuales.
Hoy, en mayo de 2009 firmamos por la libertad de expresión, pero hace ya veinte años que en la facultad de Filosofía de la UAB vetaron mi presencia en el panel donde se discutiría sobre aquella segunda guerra del Golfo (1991), "porque no queremos judíos". Y algunos otros convocados igualmente asistieron.
¿No hace años que un no nacionalista no puede hablar en las facultades catalanas o vascas? El BNG (etarras gallegos) no quiere judíos en sus filas. Y tal vez ya sea algo tarde para esperar que Millán de Astrai renuncie a los paraninfos donde gritar ¡viva la muerte! ¡abajo la inteligencia!
No obstante sí, adherimos.
*Jaime Naifleisch, analista de cultura política
Barcelona, 14 de mayo
Enviado por www.porisrael.org
Jaime Naifleisch
Desde una perspectiva antropológica estos muchachos emergentes --puñados-- que vemos en las ciudades occidentales, en las universidades, juegan hoy el rol que un par de generaciones atrás, después de la Gran Guerra, jugaron los que muy pronto iban a ser conducidos al matadero --como matadores casi siempre, a veces como bajas-- encuadrados en formaciones paramilitares, con o sin bendición apostólica, bajo banderas rojas, o negras, o rojinegras confusionistas, de las izquierdas reaccionarias y las derechas de toda la vida. Entonces estalló la Segunda Guerra.
Después tocó el turno a una cierta pax y la reconstrucción, luego el consumismo, la fantasía de la individuación... y la angustia de no saber qué pasa (con la economía, el ecosistema, la universidad, el empleo, la salud, la pareja, la sexualidad, la energía, el clima, el dinero...) junto a la certeza de que tendrán menos poder adquisitivo que sus padres. Educados en la convicción de que merecen, de que cuando consiguen algo se lo han ganado, y cuando algo sale mal hay que ir en busca de un chivo expiatorio. Por otra parte, el mejor amigo del Hombre.
Ahora están siendo movilizados otra vez los predispuestos (condiciones ambientales, genéticas, familiares, etarias) por quienes apuestan a una nueva etapa de violencia, en la que la judeofobia es lema de muy probada eficacia. No hace falta ser conspiranoico para verlo: sucede simultáneamente hasta en sociedades de larga calma, sin precedentes de este tipo, como Costa Rica. Sucede en las Rusias donde fueron contenidos y ya no lo son, sucede en las Islas Británicas hasta ahora bastión de la moderación democrática, en los habituales espacios romano-germánicos, en sociedades depredadas como la argentina, la venezolana... La falta de sentido es una bomba de relojería que siempre acaba estallando. Y no es precisamente una vida en busca de sentido la que estamos viviendo.
El palestinismo fue excipiente enarbolado para ocultar la judeofobia, desde los 70 cuando se inicia el cambio de paradigma, la ruptura epistemológica, a caballo del gran Golpe financiero a escala global ("crisis del petróleo") que facilitó el asalto a los Estados, la renovada expansión islámica. Mientras comenzaba el declive inexorable de la URSS/Comecón, se convertía China, fracasaban estrepitosamente las descolonizaciones africanas, aparecía el terrorismo islámico a escala internacional y no sólo en Israel, se anunciaba la fragmentación de las sociedades nacionales y el resentimiento etnicista, quedaba claro el abandono del Concilio Vaticano II, explosionaba el tsunami neoliberal que arrasó con la obligaciones estatales (desregulación) y descuartizó la riqueza de las naciones, se masificaron los miedos pseudocientíficos ante los alimentos, las medicinas, los avances científicos en lugar de la crítica que los corrigiera... Aunque el antisemitismo seguía siendo boutade de tarados tipo negacionistas, y vergüenza que pronto sería rencor entre los actores de la reciente agresión de lesa humanidad que fue el genocidio y, en general, la carnicería bélica.
Pero ya estamos entrando en el permiso para la judeofobia sin tapujos. El líder de Izquierda Unida española lo dejó claro "de esos ya se ha hablado demasiado", refiriéndose a las víctimas de la Shoá. El papa acaba de decir en Israel que le disgusta el muro, sin hacer mención a los motivos del muro, y la caída en la cifra de asesinados por descerebrados suicidas que supone. Como si el muro fuese un capricho, una maldad, parte del proyecto por el que existe esa sociedad, por otra parte rota en mil contradicciones, como todas.
Y las masas de inmigrantes mahometanos, novedad en esta edición, que ni llegaron a sufrir el fastidio de tener que mostrar vergüenza ante la acusación de antisemitas, porque la historia oficial había escondido el aporte del islam en el genocidio (la alianza estratégica entre el fascio, la svástica y la media luna), se encuentran a sus anchas. En las calles de Londres, nada menos, exhiben carteles que prometen genocidio, aúllan consignas del tipo Alá en el cielo y Hitler en la tierra, como hacían en los años treinta en el Mandato palestino, en Bosnia-Herzegóvina, y otros espacios musulmanes.
El juego del diablo que, como en los años de entreguerras, lleva a los caudillos occidentales, ahora ya directamente empresarios, a las jaimas de los caudillos mahometanos, con ruegos y promesas (enfrentando entre sí a ingleses, franceses, alemanes, americanos, rusos, afro-iberoamericanos), está dando, no al Islam, que como tal es un amorfo, pero sí a los islámicos, cada día un territorio nuevo (Albania en 1976, casi toda Yugoslavia desde el 90, barrios enteros en ciudades occidentales...), una nueva empresa occidental, un saco de monedas (sólo Saudia y sólo en 2008 recibió 150.000 millones de dólares), un cambio de leyes a su favor (en El Reino Unido no se puede mencionar la Shoá en las escuelas para no ofender a los islámicos).
Lo curioso es ver a nuestros muchachos, esos hiperhormonados, llenos de rencor, de miedo, de resentimiento, de ignorancia, siempre tan útiles... sea para matarse por comprar una marca de zapatillas, o para chillar por un equipo de fútbol, o para salir a amenazar, a matar cuando les den orden tras un lema más o menos político, despreciando hasta tal punto lo que tienen y lo que pueden tener, el mundo de sus mayores, en aras de un proyecto tan bárbaro, tan ajeno, tan explícitamente enemigo, antagónico, como el de los hamás, los ayatolas, hezbalá, o como se llame la patulea que se va sucediendo en la vanguardia (ya han pasado los gadafi, los el-hassad, los abú nidal, los arafat, los sadam...).
Sí, así de mal lo hemos hecho. Estos chicos no salen como salíamos, detrás de cristo rey, de la hoz y el martillo, de la acracia, o semejantes, reclamando cambios en la sociedad. Salen a reclamar que cambie la sociedad, que se islamice, que sea otra, irreconocible, en la que --saben-- no podrán vivir. ¿Cuántos supervivientes del Tudeh, partido comunista persa, hay hoy en Irán? ¿Cuánto se puede chatear o navegar hoy en Siria? ¿Es sencillo acceder a una universidad en Marruecos? (no digo una madrasa, sino una Universidad, por percudidas que ellas estén hoy entre nosotros). ¿Pueden conducir las chicas en Saudia? ¿Y los permisos para follar en los territorios palestinos? ¿Y el derecho a la opción homosexual? ¿o esperan que cuando los persigan, como en Gaza-Cisjordania, podrán refugiarse en Israel? ¿Están preparados para rezar cinco veces al día, en cuatro, y sin haber probado el jamón? ¿Y cuando esto, Europa, ya haya sido liberado, como el Magreb, dónde emigrarán? ¿Irán en patera a los EEUU? En Australia ya les han dicho "los que prefieran la sharia a la ley australiana, que se marchen", pero Australia es una excepción.
Hemos visto el 30 de abril en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología que se niegan a discutirlo, a enterarse, a articular un discurso... Se niegan, porque lo que no quiero que sea... no es. ¿Qué han aprendido?
Los imagino locos de vértigo ante el abismo que se abre a sus pies cuando acuden a reventar un acto académico en la Facultad, a apalear a unos judíos en su sinagoga, a manifestarse tras banderas verdes con el creciente junto a otras rojas con la hoz, como en Barcelona o La Plata, o con rojas y svásticas como en Moscú, a la manera de las juventudes hitlerianas, los feroces freakies de las SA de Röhm, los Guardia de Hierro rumanos, los camisas negras o pardas de Italia o España... incluso los descontrolados de las FAI, y similares en muchas ciudades de Occidente, en muchas aunque menos que en las actuales.
Hoy, en mayo de 2009 firmamos por la libertad de expresión, pero hace ya veinte años que en la facultad de Filosofía de la UAB vetaron mi presencia en el panel donde se discutiría sobre aquella segunda guerra del Golfo (1991), "porque no queremos judíos". Y algunos otros convocados igualmente asistieron.
¿No hace años que un no nacionalista no puede hablar en las facultades catalanas o vascas? El BNG (etarras gallegos) no quiere judíos en sus filas. Y tal vez ya sea algo tarde para esperar que Millán de Astrai renuncie a los paraninfos donde gritar ¡viva la muerte! ¡abajo la inteligencia!
No obstante sí, adherimos.
*Jaime Naifleisch, analista de cultura política
Barcelona, 14 de mayo
Enviado por www.porisrael.org
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