El baño de Betsabé
Francesco Hayez (1791-1882)
Correspondiente al Shabat 1 Iyar 5769 - 25 abril 2009
Por L. Conde
MEDICINA PREVENTIVA
Estos capítulos del Levítico me parecen un tratado de Salud Pública asombrosamente vigente. A falta de los conocimientos actuales sobre medicina y de los remedios de los que hoy disponemos, en aquel tiempo primaba el sentido común, un bien que escasea ahora en algunos facultativos pero sobre todo entre en los gerentes de hospitales que siguen los dictados de los políticos que los nombran para el cargo. Hay un libro de Ester Vilar que se titula “El encanto de la estupidez” y uno de sus capítulos está dedicado precisamente a los gerentes de hospitales o dirigentes de áreas sanitarias. Generalmente son médicos que jamás han ejercido la medicina porque se dedicaron a lo que ahora se llama la “gestión hospitalaria”. No sería nada criticable en sí, obviamente los hay extraordinarios, pero lamentablemente predomina “el encanto de la estupidez”, esa suerte de personas acríticas, obedientes a las consignas recibidas para prevalecer el mayor tiempo posible en ese puesto al que le suponen poder y no servicio público.
En casi todos los ámbitos sociales se practica la doble moral, pero en pocos es tan evidente e infame como en la sanidad. Jóvenes que acaban su carrera ilusionados, durante su periodo de especialidad se van desencantando y acaban hechos unos buenos especialistas pero con una idea triste de la medicina. Qué buenos vasallos si tuvieran grandes señores. Y lo que tienen son unos gestores para los que prima la productividad, como si de una fábrica de cepillos se tratara.
Diagnosticar y tratar en un tiempo record sin reparar en el paciente que pasa a ser simplemente un cuadro clínico. Algunos se rebelan, estudiaron para otra cosa, no era esto. Pero tienen que enfrentarse a la cobardía de los otros, aquellos que ya no les prestaban sus apuntes de Patología General y que serán los que lleguen a puestos “importantes” dentro del organigrama sanitario porque ellos nunca serán conflictivos, siempre asentirán, almas anestesiadas. Otros, aún fieles al juramento hipocrático, propondrán mejoras simples y viables, obvias, pero serán cercenadas por los gestores por no ajustarse a los presupuestos que por otra parte se desangran en parches inútiles.
Médicos valiosos que no tienen donde mostrar su valía dentro del aparato administrativo. Ver 20 o 30 pacientes en una mañana. Es como poner ladrillos. Todo se deshumaniza. Que pase el siguiente. Al principio se resisten, la medicina pública es un gran avance, es cierto, pero está tan absurdamente gestionada. Luego piensan que podrían hacer la medicina que soñaron de jóvenes y se dedican a la medicina privada por las tardes. Al principio es una ilusión. Luego también son devorados por las necesidades creadas en sus propios hijos, esa gran excusa. Ya son adolescentes, la universidad, mantener el nivel de vida. Ahora tienen casi 50 años y qué fue de aquel recién licenciado que dudaba entre Cardiología y Cirugía Vascular? Aquí está. Es uno más. Él, que iba para el mejor de los médicos, de los de verdad. Y lo peor de todo es que se resigna y se escuda en que no pudo hacer más, en que el “sistema” era más fuerte que él. Que él sólo no podía contra la ambición de sus compañeros, aunque la suya fuera de otra índole. Mira sus manos que prometieron aliviar y curar. Mira su rostro sin huella alguna de ilusión. Le queda poco para la jubilación. Es un funcionario más. Médico, pero con alma de funcionario. De 8 a 3. Ni un minuto más le regalo a la Administración. Es médico. Ni iquiera se lamenta de haber llegado a este estado de desidia. Anestesia. Ahora cree que es demasiado tarde para enfrentarse al “sistema”, total está a punto de jubilarse, para qué crearse problemas ahora. Y sin embargo puede que sea el mejor momento, tiene experiencia, está de vuelta de todas las promesas incumplidas y humillaciones, no tiene nada que perder, es como un kamikaze, ya sólo le queda la vida, poca, porqué no lo hace, su familia, hijos, tal vez nietos… cada uno tiene su vida, qué fue de la de él. Aquel médico prometedor que se quedó en esto que ahora es. Sí, ahora es el mejor momento, justo antes de jubilarse. Dirá por una vez lo que siempre calló, dirá NO y se sentirá orgulloso. Dirá No, no atenderé 25 pacientes esta mañana, eso no es medicina, llámenlo otra cosa, pero medicina no. Gestionen sus recursos con sentido común, no con sentido de la oportunidad política. Soy médico y no puedo ejercer mi profesión al dictado de un mal gestor, de un político y últimamente bajo vigilancia judicial (moda que se está imponiendo), todos ellos sin saber nada en absoluto de lo que es esta profesión, pero que se permiten organizarla como si fuera una fábrica de cadena continua, de repuestos de coches, deshumanizada.
En otro orden de cosas, díganme, ¿irían a un hotel donde les obligaran a compartir habitación y baño con un desconocido que está sano? Seguramente no. Siempre me pareció asombroso que los arquitectos diseñen hospitales públicos con modelos obsoletos, con habitaciones de 2 y 3 camas y UN solo baño para compartir personas que están enfermas, y al mismo tiempo sepan diseñar hospitales privados que no envidiarían hoteles de 5 estrellas, con una sola cama y un baño privado, con un sofá-cama para el familiar o acompañante, en vez de esos sillones que cortan la circulación de las piernas. En una habitación de 3 camas pueden pasar la noche 6: 3 en cama y 3 en sillones, y 1 baño para 6. Hay lista de espera. Ya sé, he oído que las clínicas así de cómodas de cara al exterior, están deficientemente dotadas en material quirúrgico, etc. Pero qué tendrá que ver una cosa con otra? Nada.
Legislar la salud que tanto tiene que ver con las normas de higiene lo hizo el pueblo judío desde el principio de los tiempos. Qué duda cabe que ya entonces se intuía que la asepsia formaba parte de la prevención de enfermedades y consiguientes contagios.
Aquí la gente se ducha para ir al médico (alguna), para una primera cita amorosa (casi todos). No hay más que montar en un transporte público en horas punta para saber que el agua corrió poco por esos cuerpos aquí, donde el agua abunda. Me estremezco imaginarlos en el desierto. Pienso también que deben de estar muy sanos (hoy no van al médico) y muy solos (no tienen cita ese día).
Pero volvamos al Levítico un momento. El cohen ejercía de médico de la comunidad, tendría lista de espera?. Prevalecía el bien común, de tal manera que su preocupación era mantener el poblado libre de epidemias. Aún faltan casi treinta siglos para los antibióticos inútiles frente a los virus, y recurre a la cuarentena. Válida todavía hoy. Las estrictas reglas de higiene, tanto corporal como alimentaria, ayudan sobremanera a conservar el campamento en condiciones de salubridad casi perfectas. Digamos que al menos las enfermedades infecciosas no tenían un campo abonado y se trataba de reducir al mínimo los contagios. Todo esto es sentido común aplicado a la salud. Una sabia mezcla de años de observación y deducción de la experiencia acumulada. Y todo esto se legisló. En aquel tiempo. Permanecer limpios. Es también una manera de dignificarse. Nadie se presenta desaseado en un acontecimiento social, se acicala especialmente. Pero el Levítico hace que todos los días sean especiales, que el simple hecho de despertar a un nuevo día, el reunirnos con la familia, los amigos y los compañeros de trabajo, sea en sí un acontecimiento social por más cotidianamente repetido que sea. Acaso lo cotidiano no es extraordinario? No merecen las personas con las que compartimos los días de nuestra vida esa deferencia de nosotros hacia ellos, esa muestra de respeto, acaso no merecen que nos mostremos como si ante príncipes estuviéramos? Y viceversa. Obviamente. Forma parte del respeto y la dignidad. De la tan necesaria autoestima.
Shalom
7 comentarios:
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