Por L. Conde
60 Aniversario del Estado de Israel ¿Qué debemos conmemorar? Se pregunta el escritor Juan Goytisolo en El País (domingo 20 abril 2008, pág. 35) y dedica su artículo al músico Daniel Barenboim.
No voy a reproducir de nuevo los anteriores artículos de este blog que pueden leer bajo la Etiqueta de Hasbará (en hebreo: explicación, esclarecimiento). Para qué. Al fin y al cabo la Historia es una ciencia que algunos tergiversan a su conveniencia y convierten datos históricos inapelables, fríos e imparciales, en opiniones particulares adaptadas a su ideología, como si la ideología en la que supuestamente creen les impidiera ver la realidad aunque se exponga con hechos, datos y fotografías sin manipular. Qué más da. Vean lo que vean, oigan lo que oigan, lo verán y oirán filtrado a través de un prejuicio del que les es difícil sustraerse. Entonces, para qué volver una y otra vez a explicar el porqué debemos celebrar el 60 aniversario del Estado de Israel. Supongo que aunque pasen mil años los judíos seguiremos explicando porqué debemos celebrar el milenio de Israel. Hay mentes por las que la Historia no avanza y se quedan ancladas en una especie de Edad Media donde los judíos siguen siendo lo que siempre fueron: el chivo expiatorio de las sociedades enfermas. Pero ya no. Ahora vuelve a existir el Estado de Israel. Siempre fuimos una nación en la diáspora. Pero ahora TENEMOS una nación y hay que defenderla. Goytisolo cita al argelino-sefardí, Jean Daniel, cuando dice que Israel es un Estado diferente a los demás y que esta excepcionalidad tiene trazas de agravarse.
Dígame, Sr. Goytisolo, ¿cómo no ser diferentes si la Historia europea se encarga de avalar esa diferencia ahora igual que antes?. Dígame, ¿existe otro país de pleno derecho que tenga que lidiar con situaciones similares a las de Israel? ¿Cómo quiere que seamos como cualquier otro país?. No podemos. No nos dejan. O tal vez esa diferencia hace que todavía perduremos. Somos pocos. Fíjese que nosotros “también” podríamos decir que somos una “minoría”, pero ya sabe, unos caen en gracia hasta cuando se inmolan y otros no hasta cuando defienden a los suyos de los inmoladores.
He leído algunos de sus ensayos, como “De la Ceca a la Meca”, me gusta como escribe y admiro su erudición en temas del Islam. He leído algunos de sus artículos cuando era corresponsal de guerra en Chechenia y en Bosnia. Sabe lo que es la guerra. Usted estuvo allí. Pero no, no es lo mismo. Usted podía volver a su casa, lejos de aquella barbarie, sabía que tenía un lugar donde estar a salvo. Usted puede elegir vivir en España o en Marruecos o en cualquier otro país. Y créame, Israel no puede elegir. Le va en ello la vida. Y el alma. Habla de los palestinos como si la miseria que usted describe fuera culpa de Israel. ¿En qué se convirtieron los asentamientos judíos de Gaza una vez abandonados por los colonos judíos? ¿En qué se invierte el dinero enviado por la Unión Europea para ayudar a los palestinos? Pero dejemos ese argumento tan manido como cierto de que los palestinos con ciudadanía israelí gozan de más derechos en Israel que en cualquier país vecino. Y las palestinas. O de que Gaza recibe luz, agua, gas, etc de Israel, incluso una vez retirados de allí. ¿Recuerda la Guinea Española cómo quedó una vez “independizada”?. y, dígame, ¿qué es lo que le molesta de Israel desde su casa de Marrakesh? . Sí, dejemos eso. Usted no es judío y tal vez ahí esté la cuestión, en que quisiera serlo y tener un ideal por el que luchar, un ideal de verdad y no de pandereta, un ideal carne de su carne y sangre de su sangre, unos padres con números tatuados. Es tan fácil caer en la tentación de sentirse el guerrero del antifaz defendiendo a los “desheredados de la fortuna”. Pero hay quien quiere heredar por la cara y convencen a unos cuantos, tanta pena son capaces de producir en ellos y en los otros. Los judíos nos encargamos de que el país funcione y progrese para todos sus ciudadanos (judíos, musulmanes, cristianos, agnósticos, todos) mientras nos defendemos. Y ha progresado infinitamente. Imagínese si no tuviéramos que gastar energías, tiempo, presupuesto, vidas, vidas queridas y lloradas y nunca exhibidas, en protegernos. Imagínese si nos dejaran de una vez en paz.
Le dedica su artículo a Daniel Barenboim. Judío y palestino ejemplar, dice usted. Pero ya sabe, todos los países tienen sus hombres bienintencionados que abogan por la paz en el mundo, justicia para todos, hermosas palabras, demagógicas también porque no dicen cómo, de qué manera conseguirlo. Daniel Barenboim no vive en Israel, usted tampoco. De visita todo es del color que se quiere ver. ¿No le parece igual de ejemplar la Dra. Wafa Sultan? (que menciono en mi anterior artículo de Hasbará), ella sí arriesga su vida por emitir su opinión, contra ella existe una Fatwa. Pero fíjese bien, contra Daniel Barenboim no hay Fatwa alguna. Israel le permite proclamar su opinión sin riesgo alguno para su vida. Lo respetable no son las opiniones, obviamente no se puede respetar una opinión abyecta, lo que se respeta es la libertad de decirla aunque sea una memez. Claro que contra esa libertad de expresión también está la mía de preguntarle a usted, Sr. Goytisolo y al Sr. Barenboim, cuánto ganan y cuánto destinan a la “causa palestina” que tanto les trae de cabeza, y que Daniel Barenboim es un maravilloso pianista y usted un gran escritor, cosas que hay que separar de sus inclinaciones hacia minorías que justifican su violencia y su pobreza culpando a cualquiera menos a ellos mismos. En Madrid volaron por los aires unos trenes, parece que aquí también éramos culpables. ¿Pensaría igual si alguno de sus seres queridos hubiera muerto en aquellos trenes? ¿Cómo lo justificaría? ¿Podría? Es estupendo apostar a la ruleta rusa mientras no le toque a uno. ¿Tampoco usted sabe quién es el enemigo?.
Y, sí, hay infinitas razones para celebrar el 60 aniversario del Estado de Israel. Sólo tiene que pensarlas. Seguro que le sale más de una. Dígala. En El País.
Shalom