viernes, 20 de junio de 2008

PARA K.T.. Una mujer judía.

17 de Siván de 5768



Decía el poeta peruano César Abraham Vallejo Mendoza (Santiago de Chuco, Perú, 1892 – París 1938):



“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!...

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

La resaca de todo lo sufrido

Se empozara en el alma…¡Yo no sé!”




Así debe de sentirse mi amiga K. T. La conocí hace apenas dos años. Su cuerpo tan frágil, un tulipán marchito, un pájaro con un ala rota. Nos veíamos cada Kabalat Shabat. Luego en clase de Talmud Torah, en clase de hebreo. Alguna vez en mi casa donde conversamos largamente. Nos sentíamos cómodas con nuestros silencios.



Un día me dice que va a tener un hijo. Tan frágil. Llevaba desde pequeña estudiando para su conversión y ese día al fin se acercaba. Sería un día de Junio, de Siván de 5768. Unas semanas antes dejé de saber de ella. No respondía al teléfono. El día señalado al fin llamó. Todo está bien, dijo. La acompañé al Bet-Din ese día, como le prometí. Estaba triste. ¿Todo va bien? Sí, me contestó con un hilo de voz. Era el día que llevaba esperando toda su vida y estaba triste. Con su embarazo de seis meses parecía a punto de romperse. Pero el embarazo iba bien.



La vi llorar cuando abrazó el Sefer-Torah mientras decía el Shemá, cuando el Rabino puso sus manos sobre su cabeza. Mi querida K.T., no permitas que te llamen conversa, acuérdate de Ruth “… tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios…”. Eres judía. Y tu hijo nacerá de madre judía. Quién lucha así para que le certifiquen el alma?.



Cuando terminó la ceremonia me abrazó de una manera extraña. Me miró desde muy lejos. “Ahora no t.engo fuerzas para decírtelo..." Y la vi alejarse con su paso vacilante. Los días siguientes intenté llamarla pero su teléfono estaba desconectado, los e-mails eran devueltos como si nunca hubiera existido. Al final, después de un SMS suplicante, me responde al fin.




“ Mi querida L., hace unas semanas el padre de mi hijo, mi amor, murió…. No quise decir nada para no deslucir la ceremonia a los demás….”



Y la quise más que nunca. Aunque no me permita consolarla porque me pidió tiempo para regresar al mundo. Y allá estará ella. Llorando tanto como tanto amó. Con un hijo en su vientre. Frágil ella. Judía ella. La más fuerte de todos al final. La que vino con su inmensa pena guardada en lo más profundo de su alma para cumplir su promesa. Pero vino. Cumplió su promesa. Nadie ni nada podría impedírselo. Ni siquiera algo tan desgarrador. Ahí estaba, abrazada a su Torah, diciendo el Shemá, sosteniéndose en pie a duras penas, ocultando su dolor. Mi querida K.T.



Cuando tu hijo vea la luz será un niño judío, lo que tú eres también por nacimiento pero que por esas cosas de la vida en aquel momento no hubo papeles por medio para certificarlo, la burocracia a veces anula la naturaleza de las personas. Pero fuiste tenaz y quisiste recuperar lo que por derecho te correspondía. Y lo conseguiste.



Si pudiste sobreponerte a esta tragedia para no faltar a tu Bet-Din, qué no harás ahora “oficialmente” judía, con un hijo que educar en el judaísmo. Encontrarás la fuerza necesaria dentro de ti. Porque para esto has vivido y por esto seguirás viviendo. Eres una superviviente. Eres judía.



Shalom.



2 comentarios:

Colectivo GZ-Israel dijo...

Grazas Luísa. Un pracer ler o teu blog. Dalle por favor a K.T. un forte shalom da miña parte.

IV REICH dijo...

K.T.te quiero mucho,ahora me doy cuenta de lo ruin que podemos ser algunas personas.Tienes integridad.Me haces mucho bien¡¡¡Gracias.